Estamos viviendo y desarrollando una cultura de la victimización y el miedo, pero podemos enfocarnos en las
posibilidades y asumir una visión más optimista con nuestra capacidad de
recuperación. Tradicionalmente se cree que toda persona sometida a una
situación traumática puede desarrollar un trastorno de estrés postraumático y
otras patologías. Sin embargo, no siempre es así. Las ideas
preconcebidas acerca de cómo se reacciona ante un hecho, es decir, la creencia arraigada de que una persona reaccionará igual a
las demás, supone una barrera importante a la hora de tratar con las personas que han pasado por situaciones adversas. Lo que se espera de ellas es una desesperación intensa. Sin embargo las
personas pueden experimentar sucesos traumáticos con insospechada fortaleza y
gran resistencia psicológica. La psicología positiva recuerda que el ser humano
tiene una gran capacidad para adaptarse y encontrar sentido a la experiencia
más terrible, si se es capaz de reconceptualizar y aprender a perdonar. La conciencia
autorreflexiva juega un papel primordial en este sentido, si somos capaces de
orientarla. De eso habla nuestro libro “El Arte de Concienciarte. Impulsa tu
vida”. Una “corriente de conciencia” deja a su paso por el cerebro un rastro
duradero semejante a los surcos que una tormenta deja en la ladera de una
montaña. Esto significa que nuestra experiencia es importante y puede ser
prioritario esforzarnos en establecer vivencias más beneficiosas y menos
dañinas, asociarnos al perdón y la compasión. Tenemos capacidad para elegir incluso en estos momentos de alta dificultad.
Una
mayoría de personas siguen un proceso de recuperación natural, pueden
desarrollar la resiliencia que es un proceso, una evolución favorable de la
experiencia vivida y una vertebración del hecho con la propia historia vital.
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