A menudo se confunden los juicios con cierta sabiduría. Pero la realidad es que lo que es "bueno" para uno, es "malo" para otro. De hecho, una misma persona puede clasificar la misma acción como "buena" en una ocasión y "mala" en otra. No puede enseñarse realmente un criterio consistente para determinar lo que es bueno o malo de forma perdurable.
Es posible elevar nuestro nivel de conciencia acerca no ya de que no se debe juzgar, sino de que no se puede. Ni siquiera juzgarnos a nosotros mismos. Al renunciar a los juicios nos volvemos más honestos. Para poder juzgar cualquier cosa correctamente, uno tendría que ser consciente de una gama inconcebiblemente vasta de cosas pasadas, presentes y futuras. Y tendría que estar seguro de que no hay distorsión alguna en su percepción ¿quién es capaz de hacer eso?
Recuerda todas las veces que juzgaste algo, alguien o a ti mismo y lo equivocado que estabas. Abandona los juicios y estarás más aliviado y seguirás mejor tu camino. Muchos de los males que nos rodean son resultado de ellos, de una forma desatendida de pensar sobre los demás o nosotros mismos. Los juicios nos aíslan en la soledad más profunda, el miedo a los demás y el desaliento ante lo que tengamos que afrontar, sobre todo si nos pasan desapercibidos.
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