Hemos acompañado a dos seres humanos en un experimento bien sencillo pero iluminador. En Desconectados nos hemos visto reflejados. En nuestra cultura, si observamos a nuestro alrededor y a nosotros
mismos, se puede apreciar que nos hemos vuelto seres divididos que atendemos a
muchos estímulos, nuestra mente es dispersa, atiende a muchas cosas a la vez y algunos
valoran esto como una capacidad extraordinaria. Pero la realidad es que tiene dos vertientes, una buena, ya que nos permite estar al día y aumentar
nuestras posibilidades y oportunidades, y otra mejorable, y es que al estar más dispersos, vivimos
en un estado de ansiedad y estrés que nos aleja de la sensación de paz y
felicidad.
La
propuesta es aprender a regular para que podamos extraer lo mejor de las redes,
y estando al día y aprovechando estos fantásticos recursos, que no nos suponga
un estado de ansiedad y de incomunicación permanente.
Esta
experiencia ha sido como asistir a una sesión de terapia. Sencilla pero
emocional. Una condición de la terapia es activar emociones para poder
cambiarlas. Las experiencias en la vida, incluidas y especialmente las
adversas, son condiciones para el cambio.
Ha
sido sorprendente poder acompañar a Josefina y Casimiro en la desconexión, que sutilmente
les ha influido en su forma de comunicación durante dos semanas. Hemos
explorado varios ejemplos de su espacio exterior e interior y las vicisitudes
emocionales frente a la desconexión.
El
desbordamiento inicial de Josefina y su progresión, la movilización de sus
recursos –como el humor- para afrontar y resolver creativamente, le ha
permitido esquivar sus ansiedades inútiles. Y también la forma de analizar la
realidad cotidiana de Casimiro, íntimo y alternando su comunicación,
focalizandose en los aspectos mejores para resolver el momento y estar más
presente, dandose cuenta de la gente que importa.
Hemos
disfrutado del lujo de poder seguir a los dos jóvenes en la observacion
cotidiana de sus procesos. Nos han facilitado e iluminado en la comprensión de
algunos aspectos de nuestra realidad emocional a través de sus aportaciones y
simpáticas narrativas. Y han sido muy generosos con nosotros permitiendo
adentrarnos en su espacio vital.
Nos
han ayudado a observar que frenar un poco y darnos cuenta de cómo nos
relacionamos, puede tener alternativas. Sin duda para ellos el resumen de la
experiencia ha sido enriquecedor, porque no es lo mismo hablar de una gran ola
cuando te derriba en una playa, que experimentarlo y volver a plantarte sobre
los pies en la arena. Ellos nos han contado lo que se siente, pero lo han
vivido. Ahora nos toca decidir qué hacemos los demás y como mejorar.